El vicerrector de Proyectos Internacionales de UNIR dictó la conferencia inaugural del evento, organizado por la UCSM de Arequipa, donde abordó asuntos como igualdad, ética y compromiso en la esfera de la revolución digital.
La Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) tuvo gran protagonismo en la XII Jornada Internacional en Campus Virtuales, por primera vez realizada en Perú y organizada del 27-28 de septiembre por la Universidad Católica Santa María de Arequipa.
Daniel Burgos, vicerrector de Proyectos Internacionales de UNIR, se encargó de pronunciar la conferencia inaugural de un evento centrado en la innovación educativa, y que este año volvió a la presencialidad en combinación con la retransmisión simultánea por streaming.
Bajo el título ‘¿De verdad que estamos viviendo una transformación digital?’, el académico respondió afirmativamente a esta pregunta después de realizar un itinerario argumental desde diferentes perspectivas ligadas a desafíos y responsabilidades que implican al ser humano en su forma de vida y en su ética.
Burgos hizo una declaración de intenciones de querer trasladar un mensaje sencillo “desde una visión más humanista y menos tecnológica”. A partir de una serie de interrogantes vinculados a la utilidad de la tecnología para resolver algunos de los problemas que aquejan a nuestra especie, articuló una exposición amena, cargada de reflexiones y conclusiones, que a su vez abrían otros interrogantes y nuevas conclusiones.
“¿Miles de millones de móviles conectados por todo el planeta sirven para resolver los conflictos más acuciantes de la Humanidad, para erradicar la pobreza o prevenir desastres naturales? Pues no. Elon Musk, dueño de Tesla, quiere que el hombre viva en Marte, pero aún estamos esperando que sus coches vuelen y dejen de ser tan caros. Sin embargo, ¿estamos viviendo una revolución digital? Yo creo que sí, aunque no es global”, afirmó el ponente.
Revolución digital, no para todo el mundo
Para Burgos, la falta de globalización en la revolución digital se debe en parte “a las diferencias en la aplicación de cosas, según sea la cultura, la geografía, la mentalidad, los estratos económicos… Ello condiciona la recogida de basuras, que haya asistencia médica, que las gestiones se agilicen a través de una firma digital o lo contrario, que sea obligatorio hacer una larga cola durante toda una mañana para hacer un simple trámite”.
El docente de UNIR pasó de poner ejemplos sobre la brecha digital entre los mayores a destacar aspectos más alentadores de la tecnología en múltiples áreas. Así habló de robots que salvan vidas en zonas catastróficas; de cosechas agrícolas controladas a través de una tablet; y de la eficiencia del blockchain para acreditar titulaciones y su registro en las universidades, “aunque todavía no existe sensibilidad social para entender su protocolo y aplicarlo”, subrayó con cierta resignación.
Una de cal y otra de arena en un camino en el que la tecnología y lo digital se abren paso inexorablemente, “eso sí -insistió- de distinta forma y no para todo el mundo”.
Daniel Burgos, vicerrector de Proyectos Internacionales de UNIR, en un momento de su conferencia.
Implicaciones éticas en la revolución digital
Como ocurrió con anteriores revoluciones industriales, el académico de UNIR discurrió acerca de los peajes de la actual revolución digital y los conflictos generados en el ámbito de derechos y libertades. En tal terreno pantanoso entran los controles que realizan ciertos Estados por medio de la biometría condicionada o el reconocimiento facial, acaso una forma de someter y condicionar la voluntad de los ciudadanos.
De la importancia de desarrollar una ética tecnológica, Daniel Burgos también se refirió desde una visión crítica. “Es algo sensible, porque hoy día podemos ser, somos de hecho, un conjunto de datos, porque todo queda registrado. Deberíamos ser nosotros quienes autoricemos el manejo de esos datos y ser libremente conscientes de cuándo se registra, pero no es así en muchos casos”.
Lo cierto es que existe una capa difusa de cómo gestionar éticamente la digitalización, entendida tal digitalización como un conjunto de interacción, protocolos, procesos y herramientas tecnológicas. “Aquí entra en juego una narrativa entre los ‘cacharros’ y lo que hacemos con ellos, depende de una ética propia. Hasta que no tengamos ese entendimiento claro entre la relación de toda la digitalización y lo que nosotros podemos hacer con ella, la parte ética se queda aún a medio cocer”, señaló el académico.
Hasta que no tengamos ese entendimiento claro entre la relación de toda la digitalización y lo que nosotros podemos hacer con ella, la parte ética se queda aún a medio cocer.
Igualdad tecnológica y comportamiento del usuario
En una sociedad que busca la igualdad, el experto recordó que se viven distintas realidades digitales y opinó sobre la forma de reducir las brechas en función de satisfacer necesidades concretas. “Como las necesidades orgánicas, las necesidades intelectuales, de conocimiento y competenciales específicas no se entienden igual para uno que para otro. Por eso hay que evitar un único discurso generalizado”, destacó.
En opinión de Burgos, la “normalización” es el camino y el gran paso en la revolución digital. Un patrón válido es la posibilidad de tener recursos y acceso a pantallas, conectores, softwares… en definitiva a todos los componentes de un móvil. Esta idea supone satisfacer las necesidades del núcleo de una sociedad, sin tener que eliminar las particularidades de los extremos, o lo que es lo mismo coexistir con niveles superiores de exigencia y calidad solicitados por otros, quienes demandan ese móvil puntero de última generación.
La normalización es el camino y el gran paso en la revolución digital.
No obstante, el académico quiso subrayar que las aptitudes deben estar antes de los recursos. “Tenemos un discurso engañoso si pensamos en un progreso idóneo por tener el último cohete. Eso no es ser más avanzado, si no se desarrollan las competencias adecuadas”.
Aprovechó también para señalar el sometimiento de la tiranía digital y su efecto en el aspecto conductual, tanto a nivel personal como grupal. “Vivimos continuamente pendientes de si nos llaman o envían un mensaje, sujetos a un universo paralelo alrededor de un móvil; y cuando regresamos a un mundo analógico nos noqueamos”.
Inmersos en la digitalización
El conferenciante recordó que es difícil eludir ciertas situaciones porque estamos inmersos en ellas. “Queramos o no, somos parte de los cambios digitales que nos rodean”, dijo, e influyen en nuestra vida “cuando, por ejemplo, tenemos que hacer una compra solo posible a través de banca electrónica”.
Ante esta situación, “quienes están de lleno en el mundo digital tienen una responsabilidad y es la de traducir ese mundo digital a aquellos que les pilla de pasada, de lejos y desubicados”, remarcó.
Quienes están de lleno en el mundo digital tienen una responsabilidad y es la de traducir ese mundo digital a aquellos que les pilla de pasada, de lejos y desubicados.
Burgos apeló especialmente a la sensibilidad dentro del ámbito universitario, de profesores y alumnos, para asumir y no esquivar la responsabilidad de ayudar a otros a salir de la exclusión social impuesta por la brecha digital. “La metodología y un contexto educativo son importantes en la revolución digital, pero es el factor humano el más importante de la revolución digital, lo que podemos hacer nosotros por ayudar a quienes no tienen esa habilidad digital”.
El mensaje optimista es que no somos superhéroes, pero como dice la canción de David Bowie, “podemos ser héroes por un día”, concluyó.